Queridos hijos, dad al Señor vuestra propia existencia. Ofreced vuestros trabajos al Señor y Él os bendecirá y bendecirá vuestros trabajos también. El trabajador siembra y Dios hace multiplicar aquella semilla. Abrid vuestros corazones al Señor y Él hará crecer vuestros dones. Los talentos que el Señor os dio no podéis guardar para vosotros, pero debéis llevar a los hermanos que están alejados de la gracia. La luz de Dios que está en vosotros debe brillar para aquellos que están en las tinieblas del pecado. La humanidad será sorprendida por acontecimientos dolorosos. Los que están lejos del Señor gritarán por socorro, pero para muchos será tarde. Sufro por aquello que viene para vosotros. Buscad fuerzas en la oración, en las palabras de Mi Jesús y en la Eucaristía. Si así lo hacéis, encontraréis fuerzas para vuestra caminada. Adelante. Este es el mensaje que hoy os transmito en nombre de la Santísima Trinidad. Gracias por haberme permitido reuniros aquí una vez más. Os bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Quedad en paz.