Queridos hijos, os pido que seáis hombres y mujeres de oración. La humanidad se ha tornado ciega espiritualmente porque los hombres se han alejado del Creador. Volveos. Lo que tengáis que hacer, no lo dejéis para mañana. Vivís en el tiempo de los dolores, pero no perdáis vuestra esperanza. El mañana será mejor para los justos. Alejaos de todo aquello que os distancia de Dios. Abrid vuestros corazones, pues solamente así podréis comprender los Designios de Dios para vuestras vidas. No os olvidéis: En las manos, el Santo Rosario y la Sagrada Escritura; En el corazón, el amor a la verdad. Vosotros sois importantes para la realización de Mis Planes. Escuchadme. Acercaos al confesionario y buscad la Misericordia de Mi Jesús por medio del Sacramento de la Confesión. Es en esta vida, y no en otra, donde debéis testimoniar vuestra fe. El Cielo debe ser vuestra meta. Rezad por la Iglesia de Mi Jesús. Aún veréis horrores en toda parte, pero aquellos que permanezcan fieles hasta el final saldrán victoriosos. En este momento, hago caer del Cielo sobre vosotros una extraordinaria lluvia de gracias. ¡Adelante sin miedo! Este es el mensaje que hoy os transmito en nombre de la Santísima Trinidad. Gracias por haberme permitido reuniros aquí una vez más. Yo os bendigo en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Quedad en paz.