Queridos hijos, amad y defended la verdad. El Señor os quiere en el desierto como el profeta, en medio del pueblo, orientando, amando y sufriendo con ellos. Noble es la misión que el Señor os ha confiado. No os olvidéis: Vuestra recompensa será grande en el Cielo si permanecéis fieles hasta el final. Mis pobres hijos caminan como ciegos que guían a otros ciegos; Ellos necesitan verdaderos pastores que los alejen de los lobos. Doblad vuestras rodillas en oración, pues solamente así podréis comprender los Designios de Dios para vuestras vidas. Camináis hacia un futuro de gran confusión en la Casa de Dios. Sufro por aquello que viene para vosotros. Como los grandes profetas, anunciad la verdad aunque seáis rechazados y lanzados fuera. Vosotros estaréis siempre en el Corazón de Dios. Suceda lo que suceda, quedad con la verdad. Este es el mensaje que hoy os transmito en nombre de la Santísima Trinidad. Gracias por haberme permitido reuniros aquí una vez más. Yo os bendigo en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Quedad en paz.