Queridos hijos, no temáis. Estoy a vuestro lado, aunque no me veáis. Yo vine del Cielo para deciros que sois amados uno por uno por el Padre, el Hijo, por medio del Espíritu Santo. Dadme vuestras manos, pues quiero conduciros a Aquél que es vuestro Único y Verdadero Salvador. Cuando sintáis el peso de vuestras dificultades, llamad por Jesús. Él es vuestro todo y no os abandonará. Sed dóciles a Mi llamado. Vivís en el tiempo de las Grandes Tribulaciones. Os pido que seáis hombres y mujeres de fe. En las manos el Santo Rosario y las Sagradas Escrituras. En el corazón el Amor a la Verdad. Camináis hacia un futuro de dudas e incertidumbres, pero el Señor vencerá. Después de todo el dolor, veréis el Triunfo Final de Mi Inmaculado Corazón. La humanidad encontrará la paz y todos vivirán felices. Coraje. Buscad fuerzas en la Eucaristía y en las Palabras de Mi Jesús. Yo rogaré a Mi Jesús por vosotros. Este es el mensaje que hoy os transmito en nombre de la Santísima Trinidad. Gracias por haberme permitido reuniros aquí una vez más. Os bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Quedad en paz.