Queridos hijos, Yo soy la Madre y Reina de Brasil. Yo vine del cielo para ayudaros, pero necesito vuestro sí sincero y valiente. No crucéis los brazos. Camináis hacia un futuro de grandes pruebas. Vuestra nación vivirá momentos dolorosos porque los hombres se alejaron del Creador. Mis pobres hijos caminan como ciegos guiando a los ciegos, y cada día crece el número de aquellos que se apartan de Dios. Sufro por aquello que viene para vosotros. Mis pobres hijos beberán el cáliz amargo del sufrimiento. Las calles se oirán gritos y llantos de lamentaciones. Habrá gran agitación y derramamiento de sangre. Yo soy vuestra Madre Dolorosa y quiero ayudaros. Regresad deprisa. No os alejéis de la oración. Dios os llama. No os quedéis estancados en el pecado. Dad lo mejor de vosotros a la misión confiada a vosotros. Tened valor, fe y esperanza. Después de toda la tribulación el Brasil encontrará la paz. Este es el mensaje que hoy os transmito en nombre de la Santísima Trinidad. Gracias por haberme permitido reuniros aquí una vez más. Os bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Quedad en paz.