Queridos hijos, no crucéis los brazos. Dios espera mucho de vosotros. Confiad en Aquél que es vuestro Todo y os conoce por el nombre. Dad lo mejor de vosotros a la misión que os fue confiada. Con vuestro ejemplo y vuestras palabras, mostrad a todos que pertenecéis al Señor. Estad atentos. Escuchad Mis llamadas, pues quiero haceros santos. Cuando os sucede que caéis, no os desaniméis. Vuestra fuerza y vuestra victoria está en Jesús. Buscad en Él todo lo que necesitáis. Vuestro camino en la tierra debe ser una fuente de gracia para vuestros hermanos: sed instrumentos de Dios para todos aquellos que están alejados. Yo soy vuestra Madre y estoy siempre cerca de vosotros aunque no me veáis. Yo rogaré a Mi Jesús por vosotros. No perdáis la esperanza. La humanidad está enferma y necesita ser curada. Rezad, rezad, rezad. Los que están en Pucará cargarán pesada cruz. Rezad también por los habitantes de Tomazina. Coraje. Adelante sin miedo. Este es el mensaje que hoy os transmito en nombre de la Santísima Trinidad. Gracias por haberme permitido reuniros aquí una vez más. Os bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Quedad en paz.