Queridos hijos, cuidad de vuestra vida espiritual. Alejaos de todo aquello que os aleja de Mi Jesús, pues solamente así podréis alcanzar la salvación. Sed fieles a Jesús y a las enseñanzas de Su Única y Verdadera Iglesia. Comportaos como verdaderos Hijos de Dios. Limpiad vuestras almas de toda la suciedad provocada por el pecado. El Cielo os espera con alegría. Los Ángeles y los Santos se alegran cuando las almas son llamadas y van al encuentro del Señor. En el Cielo hay gran alegría por las almas que son recompensadas por su fidelidad a Mi Hijo Jesús. Recordad siempre: Vosotros estáis en el mundo, pero no sois del mundo. La Tierra está en luto por las almas que se pierden. Estad atentos! No permitáis que el demonio os engañe y os esclavice! Vosotros pertenecéis al Señor y solamente a Él debéis seguir y servir. Buscad siempre los tesoros del Cielo. Todo en esta vida pasa, pero la Gracia de Dios en vosotros será Eterna. Doblad vuestras rodillas en oración. Los que eligen la oscuridad: no hay cómo volver a la luz. Es en esta vida, y no en otra, que debéis testimoniar que sois de Mi Hijo Jesús. Las enseñanzas contrarias no provienen de Mi Jesús. Amad y defended la verdad. ¡Coraje! Los enemigos de Dios actuarán para confundiros, pero en Dios no hay verdad a medias. Adelante por el camino que os he señalado! Este es el mensaje que hoy os transmito en nombre de la Santísima Trinidad. Gracias por haberme permitido reuniros aquí una vez más. Yo os bendigo en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Quedad en paz.