Queridos hijos, dad lo mejor de vosotros en la misión que el Señor os ha confiado. Vine del cielo para llamaros a la conversión. No os crucéis de brazos. Dios tiene prisa. Lo que tenéis que hacer, no lo dejéis para mañana. Os pido que mantengáis encendida la llama de vuestra fe. Vivís en un tiempo peor que el tiempo del Diluvio y es el momento de vuestro regreso al Dios de la Salvación y de la Paz. Camináis hacia un futuro de sufrimiento. Llegará el día en que los símbolos sagrados serán retirados de la Casa de Dios. El orgullo de un hombre causará gran confusión y división en la Casa de Dios. Sufro por aquello que viene para vosotros. Doblad vuestras rodillas en oración. Cuidad de vuestra vida espiritual y no permitáis que el lodo de las falsas doctrinas os contaminen. Alejaros de todo mal y servid al Señor con fidelidad. Buscad fuerzas en la Eucaristía y permaneced firmes en la verdad. Acoged el Evangelio de mi Jesús y permaneced fieles al Verdadero Magisterio de Su Iglesia. Coraje. No os desaniméis. Yo rogaré a Mi Jesús por vosotros. Adelante en la defensa de la verdad. Este es el mensaje que hoy os transmito en nombre de la Santísima Trinidad. Gracias por haberme permitido reuniros aquí una vez más. Yo os bendigo, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Quedad en paz.