Queridos hijos, abrid vuestros corazones al Señor. Él os ha confiado una noble misión. No os crucéis de brazos. No seáis del mundo, pues sois Pertenencia del Señor. Sed fieles al Señor. Acoged el Evangelio y en todo sed como Jesús. No comprometáis vuestra vida espiritual. No permitáis que las falsas ideologías os contaminen. Decid a todos que Dios existe y está muy cerca de vosotros. Con vuestros ejemplos y palabras, mostrad a todos que Mi Jesús es vuestro Único Camino, Verdad y Vida. Cuando os sintáis débiles, buscad fuerzas en las Palabras de Jesús y en la Eucaristía. Alejaos de las novedades que ya están en camino y sed fieles al Verdadero Magisterio de la Iglesia de Mi Jesús. Muchos hombres y mujeres serán contaminados por la acción maléfica de los lobos disfrazados de cordero. Estad atentos. Vosotros sois del Señor y sólo a Él debéis seguir y servir. No temáis. Quien está con el Señor jamás experimentará el peso de la derrota. Este es el mensaje que hoy os transmito en nombre de la Santísima Trinidad. Gracias por haberme permitido reuniros aquí una vez más. Yo os bendigo, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Quedad en paz.